Nunca pude imaginar que un canal romano del que casi nadie se acordaba iba a levantar tanto revuelo. Tanto como adjetivo comparativo, y en la medida de algo que lleva deshaciéndose tranquilamente casi dos mil años sin decir ni un ay. En este blog ya se ha tratado el tema (en la entrada #64 Cuentos, Canales y Calleja), así que no voy a demorarme en volver a relatarlo, que no explicarlo, que la cosa tiene sus intríngulis. Como resumen, decir que la Junta de C. y L. quiere arreglarlo para facilitar su tránsito a bicicletas. Y hacer que llegue hasta Las Médulas, tarea no imposible, pero no exenta de dificultad. Como en las películas clásicas, hay un bueno, un malo, unos que miran hacia otro lado, unos entendidos que igual entienden y otros entendidos que tal vez no, políticos con mando en plaza. Y mucho ruido de helicópteros.
Esto va de rutas, así que la mejor manera de opinar es calzarse las botas y conocerlo. Si optamos por el TD recordar que nos lleva a Peñalba de Santiago los miércoles y sábados. Descargamos de la web la ruta 13 RTDP Peñalba Carballal CN-2 y Montes. Otra vez en Peñalba, en esa porción que llaman del Silencio, por el que subieron, según Aniceto Núñez (un cacabelense de prodigiosa sabiduría), el mismísimo Prisciliano con Egeria y Ágape, Elpidio, Instancio, Salvanio y Marco el egipcio con una decena de discípulos y tres mujeres, en la cuaresma del año 376. No recomendamos demorarnos mucho en el pueblo más bonito, pues el tiempo pasaría tan rápido y perderíamos la cabeza como Prisciliano. Ni embelesarnos con los neveros que, en esta primavera, aún brillan en los Aquilianos. Rectifico. No llevará muy poco entrar en la iglesia, esa que al siempre joven Gil y Carrasco le parecía más apropiada para mezquita mahometana que iglesia de Jesucristo. Y más ahora, en 2024, que le han quitado los andamios, y vuelve a parecer que la levantaron hace 2 ó 3 siglos. Un saludo a san Genadio y en marcha.
El CN-2 comenzaba bajo la famosa cueva donde este moró, que a buen seguro lo vio transportar agua, o metió los pies para calmar las idas y venidas, o se limpió las vergüenzas (como los peregrinos en Labacolla, ya me entendéis) sabiendo quién lo hizo, que de aquella no eran tontos, solo que no tenían TickTok. Hoy el comienzo oficial se halla en el desvío al Chano Collado. Se agradecen las indicaciones en señales de madera. El comienzo es un tanto estrecho, con tendencia a caerse a la derecha. Y es que el monte, el canal mismo, está vivo, se transmuta y cambia. Lo recorrí en 2022 y he de decir que se encuentra bastante limpio de vegetación. Que estos trayectos son invadidos por el brezo a poco que mires para otro lado. Ya en 2018, un curso de Formación y Empleo recuperó este tramo del canal CN-2. 16 alumnos que, nadie lo dude, trabajaron duro en este entorno con tanta historia. Alumnos que no salieron en la tele, ni fueron felicitados por las fuerzas vivas llegadas del otro lado del Manzanal.
Durante 3 km rodearemos el Carballal (roble en gallego). En abril de 2017, un terrible incendio asoló buena parte de la Tebaida Berciana. Quemó 1.200 hectáreas, y a punto estuvo de acabar con Peñalba y Montes de Valdueza. El Carballal ardió casi en su totalidad, y no se ha recuperado tanto como desearíamos. Ofrece una perspectiva solo regalada a los que se adentren en él. Atrás, Peñalba, jugando a ver y no ser visto. Lo que casi nadie sabe es que en ese enclave escondido por la espesura de castaños, robles y salgueiros, a media ladera y en la margen derecha del arroyo de Peñalba, se localizan las ruinas que, según los vecinos, corresponden al monasterio de San Mateo (ver 3 RTDP Peñalba San Mateo Manzanedo). La senda (decir camino parece excesivo), transcurre apaciblemente. Donde vemos que los árboles no sucumbieron al fuego, sabemos que allí se levantaba el monasterio de San Andrés. No todos los monasterios de la Tebaida Berciana habrían de llegar a tener la importancia del de San Pedro de Montes, pero sí fueron el germen de poblaciones que buscaron su protección. Poco o nada queda de este cenobio que cae hacia el arroyo de Peñalba. Los últimos testimonios hablan de los restos de una ermita, un edificio pequeño, de planta rectangular, emplazado junto al arroyo de San Andrés, que sorteamos antes. El investigador Rodríguez Cubero afirma que fue fundado por san Genadio, y que tuvo abades propios en el siglo X. Destruido el monasterio, el pueblo de San Andrés de Montes continuó en pie: Pascual Madoz anota, en 1775, que tenía iglesia y alguna piedra en recuerdo de su desaparecido cenobio. Y si lo dice Pascual, palabra de Dioz.
En la punta del Carballal, la que mira al río Oza, sobreviene la sorpresa. Se abre el valle luminoso, un lugar parecido al Edén, para la soledad y el recreo de los sentidos, rutilante y esplendoroso de luz y de sol, ameno y fecundo, que dejaba por escrito san Valerio hace 1.344 años. La atalaya nos abre los ojos al pueblo de Montes y a su monasterio de San Pedro, que tanto montan, que son indivisibles. Solo por esto ya merece el esfuerzo. A partir de aquí, una cantidad notable de piezas pétreas del canal que son reconocibles. He contado ocho, donde sacar la cámara. A medida que giramos al oeste con tendencia sur, aparece unos de los enclaves más bonitos del trayecto. El valle de San Ciprián, cuyo nacimiento vemos al frente, tallado por el agua del Pico Tuerto. Según R. Cubero, un oratorio (ermita), el de San Ciprián, se levantaba en el valle del mismo nombre, entre la carretera actual que conduce a Montes y el camino de Las Furnias. El acervo popular asegura que hay una piedra labrada en forma de sillón donde el santo solía tomar el sol, algo muy evocador pero de difícil comprobación. Pero, ¿a qué queda chula la estampa?
El canal entronca con la senda que lleva al Chano Collado, un trayecto que es mejor subirlo que bajarlo, por lo empinado y pedregoso. Descendemos por el camino de piedra (ojo por cómo pisamos, que te puedes resbalar), que es cantera, piedra caliza-dolomítica (muy común en todos los montes Aquilianos), una roca semejante al mármol en su aspecto. De nuevo, un breve giro nos destapa el telón del Paraje de las Furnias. La palabra furnia significa caverna. En este paraje hay muchas de esas oquedades que en Montes conocen bien, que una parroquiana me lo aseguró. El agua, el material más duro del universo, con nombre de arroyo del Pico Tuerto, o de Las Furnias, sigue ensanchando la roca, formando un enclave que es un fastidio si tienes prisa.
Es entonces cuando la senda transmuta en camino, ancho como una carretera de las de aquí, sinuosa. Lo llevábamos viendo hacía tiempo, y es ahora que el Castro Rupiano lo tenemos a tiro de piedra. Este pequeño castro estuvo habitado antes de la llegada de los romanos. El canal romano CN-1 lo rodea por el lado este, para pasar luego por debajo de Montes de Valdueza. Y nuestro canal romano CN-2 (que hace tiempo nos ha abandonado) discurre por el lado oeste, manteniendo su cota sobre los 1.080 m. Por su situación privilegiada, los romanos lo usaron como lugar de vigilancia de los canales. En su punto más alto, una notable escultura parece querer atrapar las energías de los Aquilianos. Creo saber el autor, por una muy parecida frente a una casa de Fuentesnuevas, pero el pudor de errar me hace callar y no tirar la piedra ni la carrera.
La entrada a Montes de Valdueza es majestuosa, atravesando ese soto que se ha salvado milagrosamente de los dos fuegos y cenizas de este siglo. Si los santos hacen milagros, ya sabemos que Fructuoso, Genadio y Valerio están esforzándose en su tarea de santidad arbórea. Antes de entrar, pasamos sobre una corriente de agua que puede pasar desapercibida. Pero será, amigo caminante, la vez en que estará más cerca de las fuentes del Oza, que da de beber y no se agosta hasta en los veranos más abrasadores.
Montes conserva una calle, la que lleva al monasterio, que igual la han dejado en recuerdo de cómo debían de estar antes de la llegada del hormigón y su primo el asfalto. Por fortuna, a mitad de ascenso, la Cantina de Sara nos ofrece un corredor que para sí quisieran muchos. No tienen carta. Te ponen un plato con patatas, huevos, lacón, pimientos y un chorizo. Y algo de verde. Si puedes, entra.
Por no hacer más largo el relato, lo dejamos aquí. Y el que quiera saber más que se de una vuelta desde el sofá con el pdf. O mejor, que se anime a hacerlo, que no habrá arrepentimiento sincero.
CONCLUSIÓN
Llegados al final, no tengo una opinión definitiva de este cuento no sé si con moraleja. El canal CN-2 sí necesita arreglo, que la maleza no invada el carril, que los árboles no se interpongan, que algún puente de madera facilite el paso de los bravíos arroyos que bajan del Carballal, del Pico Tuerto y de tantos otros que nacen en los Aquilianos. Entonces aplaudiré como el que más, agradecido del legado. Todo lo que sea invertir en El Bierzo me parece de aplaudir. Y si finalmente, los canales consiguen ser considerados como Patrimonio de la Humanidad, pues Ponferrada también tendrá ese calificativo. Y podremos caminar, orgullosos y emocionados, más, por este canal romano. Aunque las bicicletas (y las motos, que nada impide su paso) erosionan en mayor medida la no tan dura piedra del canal, no pienso en que vaya a convertirse en un “caminodesantiago” más. Hay tramos donde hay que bajarse de la bicicleta, salvo si la vida no se estima lo suficiente, y se quiera dar más trabajo de lo debido a los traumatólogos. Secciones del canal donde no entiendo cómo se pueden habilitar, ensanchar, “asfaltar” para que las bicis discurran alegres y confiadas. Es un canal, sobre todo, para caminar atento, con las dificultades que el tiempo ha infringido en él, que eso también lo hace atractivo. Y que a nadie le parezcan mucho los 830 mil euros, que pocos son, que el canal tiene 51.7 km, y que apenas se han sacado a la luz 12 km. Más allá, hacia el municipio de Priaranza del Bierzo, con el castillo de Cornatel en la mirada, monte puro y duro.
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