El Transporte a la Demanda te lleva a Villavieja los miércoles y jueves laborables. Sale de Ponferrada sobre las 13 horas y tarda una media hora en llegar a nuestro punto de partida. No se hacen pesados los 18 km, teniendo siempre a la derecha el valle del Sil, y cruzando pueblos tan interesantes como Priaranza o Santalla.
Villavieja, protegido por el castillo de Cornatel, es un pueblo apacible, atravesado por el arroyo de Rioferreiros. Las estadísticas nos hablan, con su frialdad, de que la población ronda los 10 habitantes. Pediremos, siempre con educación, que nos dejen en la plaza de los Camueses, al final de Villavieja. Un día de tantos, pregunté a un parroquiano el significado de Camueses. Se encogió de hombros. Es nudo de comunicaciones: por la derecha continúa el Camino del Invierno hacia Borrenes. A la izquierda se adentra en este pueblo sin un centro definido, pasando por el taller del escultor Rixo.
Al frente, entre la espesura del bosque de ribera que alimenta el arroyo de Rioferreiros, da comienzo el camino que lleva a Ferradillo, mítico paraje de los maquis y los lobos, que hubo una época en que fueron casi la misma cosa. La ascensión, junto al arroyo, es un goce para los sentidos por su exuberante naturaleza, bajo la Peña del Hombre, entre castaños centenarios y pastos que se miran en los afilados riscos. A medida que avanzamos, el camino se estrecha y complica, con pequeños regatos que lo embarran. Proveen de agua al arroyo, al río de los herreros y, en tiempos lejanos, al tercer canal romano de la vertiente norte, el denominado CN-1bis. Poco o nada queda de este canal, el más corto de los tres (con solo 19 km), y que aportaba su caudal a la mina de Las Médulas.
Nos adentramos en una zona de pastos de ganado vacuno, con cercado de hilo y algún pastor eléctrico. No tocar, en ningún caso, aunque pensemos que está desconectado. La descarga no es peligrosa pero no será agradable.
El trayecto es evocador, y a cada paso se nos abre un estampa para observar y escuchar los sonidos del bosque. Aun haciéndolo en otoño o invierno, la visión de la naturaleza en derredor se convierte en reconfortante, con una mezcla entre salvaje e íntima. Saldremos a un camino menos intrincado, más ancho, en un ascenso continuado, notando más claridad, con la Peña del Fabal arriba a la derecha. Hubo dos molinos en el cauce del arroyo: el de Chan de Prada y el molino de La Cuesta, aun en buen estado y del que seguro sacaremos unas fotos, tiznado de verdín. Es este un buen momento para recordar la tormenta del 12 de agosto de 1964, mirando al tranquilo arroyo. Ese día se desató una terrible tormenta sobre los Aquilianos. La fuerza del agua convirtió el arroyo de Rioferreiros en un puño de hierro que arrastró una enorme cantidad de rocas. Célebre es la historia de la ermita de Rioferreiros, a un paseo de 15 minutos de Santalla. El agua primero echó abajo una de las paredes de la ermita, llevándose la imagen de la Virgen arroyo abajo. La talla fue encontrada, días después, en Dehesas, por un vecino de Santalla. Estaba semienterrada, con pocos desperfectos a pesar de la furia desatada. Las gentes del lugar lo consideraron un milagro.
Por si fueran pocas las indicaciones del pdf y el mapa gps, nos salen al paso indicaciones de la Travesía Integral Montes Aquilianos, con sus flechas azules y rojas en piedras, que nos acompañarán buena parte del camino. Me encantan las señalizaciones en madera, las flechas y hasta los hitos (ahora con mala fama pues dicen los que saben que le quitas la casa a los insectos y que facilitas la erosión del suelo), aunque desgraciadamente son movibles y hay gente que les tiene manía, cosas de la complicada psique humana.
Cuanto más ascendemos más oportunidades de encontrarnos con ganado vacuno. Desde tiempo inmemorial, la ganadería ha sido parte fundamental del sustento de la población berciana. De hecho, Ferradillo nació en una majada de pastores en La Laguna, bajo la Guiana. San Genadio los recuerda en sus escritos como «sin casa y semisalvajes» . De todos los pueblos de La Quintería, Ferradillo tuvo más de 500 cabezas de ganado a mediados del siglo XVIII. Hoy los pastos se extienden en torno a la Peña Recunco, Los Llanos y el Alto del Couso, junto con el arroyo de Rioferreiros. Un amplio territorio en donde se mueven libremente vacas de la raza Asturiana de la Montaña, y sobre todo la hermosa Limusina.
Tras una bifurcación, ya a 1160 metros de altitud, aparecen las peñas de Ferradillo en todo su esplendor. Estos reconocibles picos dolomíticos (compuestos de carbonato de calcio y magnesio) superan los 1400 metros de altitud, cerrando los montes Aquilianos por el oeste. Hasta aquí llegaba, hace unos 400 millones de años, las costas de un mar que bañaba el supercontinente Gondwana. Las Peñas eran el fondo sumergido de aquel mar repleto de trilobites, graptolitos y moluscos. Los 12 Apóstoles, bajo la Guiana, son otro recuerdo de este periodo. Ferradillo es un pueblo rescatado del olvido, tras quedar abandonado en 1976. Gracias al empeño de aquellos que no quisieron que siguiera los pasos de Santa Lucía o San Adrián (también recuperado), y que se vieron gravemente afectados por la tormenta de 1964. Perteneció a la Quintería del Monasterio de Montes (fundado en el siglo VII), que les obligaba a dar la quinta parte de los beneficios. Perteneció, hasta el XIX, al desaparecido ayuntamiento de San Esteban de Valdueza. Por su altitud, la vida era dura. Apenas producía centeno, cebada, lino o patatas; y hasta las cerezas no maduraban hasta septiembre. Pilar López Vega fue la última mujer nacida en Ferradillo, el 31 de enero de 1963.
En la plaza La Mayada (lugar del monte donde duermen los pastores o el ganado) tenemos la iglesia de San Bartolomé con la Casa del Cura de buen porte. Con bancos y siempre soleada, no será mal lugar para comer algo o descansar. Quedan todavía 7 km de andadura, pero con el desnivel negativo, que para abajo todos los santos ayudan. Pero antes de abandonar el pueblo debemos recordar que es un enclave histórico donde aún resuenan las historias de los indómitos maquis. Debería haber una placa, un monolito, algo que recuerde lo que aquí paso el 24 de abril de 1942. Por su aislamiento, 24 hombres elegían el pueblo de Ferradillo para crear la Federación de Guerrillas de León-Galicia. Un desigual ejército formado por mineros, labradores y jornaleros; y hasta un mecánico y un herrero. Personas de la CNT, CNG, comunistas, socialistas y ciudadanos sin adscripción política. Nombres como el de César Ríos, Marcelino Fernández Villanueva El Gafas o el mítico berciano Manuel Girón, abocados a una lucha que no tuvo un buen final. No pretendían derrocar al victorioso ejército franquista si no animar a los Aliados a restaurar la democracia en España. Una operación de reconquista del país que provocara un levantamiento general contra el dictador. Santiago Macías, en su esclarecedor libro El Monte o la muerte, lo relata. En Ferradillo Libertario 1942, Eugenio González Núñez novela la lucha de los hombres y mujeres que fraguaron en Ferradillo un imposible, conscientes de que solo les quedaría el monte o esa muerte.
Abandonamos Ferradillo pasando junto a una fuente donde podremos proveernos de agua no tratada, advertimos. El camino a Los Llanos es ancho y fácil de seguir. Y tenemos una visión magnífica del entorno. Al este el Collado de la Nevera, donde tomaban nieve desde el siglo XVIII, llevándola hasta Ponferrada, con la que hacían helados, conservaban alimentos o para un uso terapéutico. Era una manera de ganar un poco de dinero extra para gentes con una economía de subsistencia. Se prohibió en 1908, por problemas de higiene y salubridad. A su abandono ayudó también la aparición de las primeras neveras. Y hacia el noroeste la achatada Peña de Recunco, que con sus 1242 no parece gran cosa frente a las afiladas peñas.
Como no podía ser de otra manera, Gil y Carrasco anduvo por aquí y lo reflejó en su obra El Señor de Bembibre: «Los fríos del invierno acabaron con la salud de Álvaro. Paseando, trabajosamente, llegaba a las rocas de Ferradillo, para ver Las Médulas y el lago de Carucedo. Se pasaba las horas como arrobado. Al declinar el día, volvía a la Guiana.» Es una imagen muy poderosa, el del adusto templario caminando por las peñas hasta divisar Las Médulas. Bien. Pero es (casi) imposible. Caminar por su perfil es peligroso, y más para alguien con la salud delicada. Sin contar con la vuelta a la Guiana. Pero el romanticismo es así.
Dejamos a la izquierda el amplio camino que atraviesa Los Llanos, y nos adentramos en un robledal para bajar por la Senda de Yuma. Desconozco si se refiere al simpar Miguel Yuma, el que quiera saber más que busque. No es mal lugar de homenaje por este paraje de La Güeira donde nace el arroyo de Rimor y que forma parte del largo descenso de la Travesía Integral Montes Aquilianos, con sus flechas azules y rojas animándonos a seguir. Todavía quedan sorpresas que ver, con cuidado que el desnivel aumenta y podríamos tropezar. Casi sin darnos cuenta hacemos un tramo del canal romano CN-2 que puede llevar aquí más de 1.900 años. El canal CN-1 discurre a unos 180 metros por debajo de éste pero poco queda de él.
Rodeamos, sin verla, la Peña Otadeira, que sale en el Libro de la Montería de Alfonso XI, una guía del siglo XIV para los (pudientes) amantes de la caza. Por estos montes, ahora solitarios, medraban ciervos, corzos, jabalíes y, por supuesto, el mítico oso, para el que usaban no menos de 12 perros para su captura. En la Peña Otadeira (Otadera: otear, mirar hacia un lugar desde una atalaya o lugar alto) se apostaban los siervos de los señores feudales para facilitarles la caza. Se nombran los “reales” sitios de los Montes de Rimor; y del cercano paraje de Valdeloso (un topónimo esclarecedor), donde hoy se asienta el pueblo de Santa Lucía. Extraemos un párrafo:
«Tañir cuatro veces si oso comunal y cinco si oso grande. Dos si jabalí pequeño y tres si grande. Mandar ocho a diez perros para oso y de cuatro a seis para jabalí.».
Tal y como están los tiempos, desde la incursión del oso en el centro de Ponferrada, no sería extraño avistar un oso, que los Aquilianos son refugio de varios, no me atrevo a dar ninguna cifra. Mejor verlos de lejos, que la emoción puede ser poco agradable.
Tras el collado El Matón, aparece la cabaña de Abel, construida por el padre de Francisco A. Ferrero (un buen conocedor de la zona), y levantada con madera de castaño bravo. Es usada como lugar de asueto de los cazadores tras las batidas pues cuenta con una amplia mesa. Otro buen lugar para comer o sentarse rodeado de cerezos y pinos.
Y bajando y bajando llegamos a Rimor, con su plaza de la Cabuerca, su san Pedro Cristiano (nacido en el año 1100), su rica rosca en el Colmado de Aurora, y la iglesia de San Jorge. Atravesando su rica Vega podemos mirar hacia atrás y apreciar que hemos descendido desde los 1260 m de Ferradillo hasta 495 m de Toral de Merayo, 765 metros desde las frías tierras altas de pastores y maquis hasta el paraíso donde crece cualquier cosa que se plante.
Sube al TD y ¡camina!
FUEGO:
Esta ruta se realizó y documentó mucho antes del incendio de julio de 2022, que pareció venir a repetir la pesadilla vivida en abril del 2017. Sé que afectó al entorno de Ferradillo, y que por fortuna no acabó con él, con las llamas bajando descontroladas desde la costa de la Guiana. No he querido volver por no ver el desastre de los Aquilianos teñidos de negro, que me produce una pena inmensa. Dice una amigo que hay que verlo para saber bien qué supone el desastre. Razón no le falta. Por imágenes de satélite he visto que afectó mucho al valle de Santa Lucía en dirección a Ozuela. Y respetando la bajada por la Senda de Yuma y la extensa área de La Güeira, donde nace el arroyo de Rimor, un bosque de una belleza embriagadora.
Conocer es entender.
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