top of page
Buscar
  • Foto del escritorLuis García Prieto

#43. El Camino de Santiago

¿Quieres sentirte peregrino en propia tierra, y saludar y ser saludado con una sonrisa, y confundirte con ellos y ellas, con cierta sensación de impostura? Pues descárgate la 12 RTDP El descenso a un vergel. Ir al confín de la comarca, adonde el sol renace cada mañana, no es tarea difícil a pesar del largo ascenso que no parece acabar nunca, por curvas y precipicios, hasta que aparece El Acebo de San Miguel. El Transporte a la Demanda sale los martes y jueves; y los sábados laborables tenemos el bus de Pelines. ¿Y el taxi?: desde 25 euros. A escote sale razonablemente económico. El trayecto bien lo vale.

El Acebo es uno de esos pueblos de montaña que tienen una sola calle, con los edificios a ambos lados semejando a una muralla, un parapeto al frío y a las hordas de lobos que debían merodear por aquí. Encaramado entre el valle de las Tejedas y el de Compludo, el de los santos. Como la imaginación es libre, podríamos pensar en que por esta calzada romana entró Fructuoso en El Bierzo. Un noble godo, un niño bien del siglo VII con propiedades en la zona, que tenía especial gusto por la soledad, que optó por vivir en una cueva, con duras penitencias y comiendo frugalmente. Hoy sería tomado por loco, un paria de la sociedad al que recetarían psicofármacos para que volviera en sí. Pero mira con el rarito san Fructuoso, que se inventó la Tebaida Berciana.

Al final del pueblo, una modesta escultura. El Camino de Santiago es un reflejo de la vida, un juego de la Oca en la que puedes caer en la casilla de la muerte. En agosto de 1987 falleció en El Acebo el peregrino alemán Heinrich Krause, por un accidente con su bicicleta. Contaba sólo con 26 años. Un año después, para honrar su memoria, se erigió en hierro forjado esta bici con bordón, venera, la calabaza y la concha de Santiago. Con RCBP se camina, paso a paso, pero si optas por la bicicleta ten cuidado de lo que viene: rampas vertiginosas donde una mano parece empujar la bicicleta al desastre.

La diversidad de letreros, mensajes, flechas, indicaciones, palabras y símbolos hacen del Camino una exposición viva, entre lo práctico y lo artístico. Perderse se convierte en una tarea solo al alcance de aquellos que lo deseen. El trayecto es tranquilo, acompañado por los peregrinos de verdad, con la acreditación atestada de sellos y alguno cojo y firme en la convicción.

Entramos en Riego de Ambrós, un pueblo que se asemeja a El Acebo en su estructura alargada y ese afán de las casas por juntarse para darse calor. Riego, es casi obvio, viene de reguero, de arroyo. Ambrós, Ambroz, Ambroce, Ambrox. El pueblo, como tal, aparece bastante pronto. Ambroz debe de ser nombre árabe pues así se llama en La Crónica General el moro del que se sirve Al-Hákam I para la matanza de los nobles de Toledo, reinando Alfonso II de Asturias. Palabra de Jesús José María García García. Sea como fuere, Riego de Ambrós tiene unos mil años, pues ya aparece en el 1043 en documentos del Tumbo Viejo de Montes. Atractivos no le faltan. Y un aplauso a las gentes que lo tienen limpio y cuidado, con sus casas de piedra y dinteles de madera, con corredores para ver y ser visto, o esa calle tan instagrameable (perdón por el palabro) que es El Corralón. A Riego de Ambrós esto de ayudar al peregrino le viene de antiguo, de los siglos XII y XIII. Contó con un pequeño hospital de dos camas, emplazado en la calle de Era Pequeña. El edificio, documentado en el siglo XVIII, es ahora una vivienda rehabilitada en 2020.

Por el camino que transita junto al arroyo Prado del Mango vuelve el fuerte desnivel y la precaución del suelo pizarroso, que a más de uno habrá llevado al hospital. Nadie dijo que el Camino era sencillo, está lleno de casillas en donde conviene pasar rápidamente. Giros y más giros, pedruscos que dificultan el andar, hasta que aparece en todo su esplendor el valle del río Meruelo, que lo sigue labrando sin descanso hasta apaciguarse en su comunión con el Boeza.

El Santuario de las Angustias nos confirma que ya estamos en Molinaseca.

«Castellanos de Castilla, tratade ben ós galegos; cando van, van como rosas; Cando vén, vén como negros.»

Bien lo sabía Rosalía de Castro, sabedora de la dureza del oficio. Se cuenta, con tintes de leyenda, que los segadores gallegos que regresaban de trabajar en Castilla la usaban de refugio, y ofrecían sus hoces en agradecimiento a la Virgen, llevándose una astilla de la puerta de madera, que tuvo que ser forrada con hierro como puedes comprobar. Se guarda la imagen de San Benito de Palermo, un franciscano negro, hijo de esclavos africanos, que vivió en el siglo XVI. Tal vez la encuentres abierta; si es así entra.

Molinaseca es la puerta del vergel, plena de vida y encantos. No será raro ver a algún peregrino bajo el sol del verano, que desde Astorga no ha visto un río ni un exceso de sombra, y encontrarse con una playa fluvial a los pies del puente romano. Y meter los pies, o el cuerpo entero, en las frescas aguas del Meruelo, a las que no les ha dado la luz del sol desde antes de pasar bajo la Puente Grande de Malpaso. Un escalofrío revigorizante que puede preparar el cuerpo, por qué no, a un botillo y un buen mencía. Que los peregrinos también comen y beben, que las duras enseñanzas de san Fructuoso no se conocen en toda la calle Real hasta el crucero del Santo Cristo.

En esta misma calle nació Alberto Morán Luna. Un tipo enérgico y poliédrico: viajero, presentador, cantautor, misionero intermitente. Y cura. Su lema: me encanta ser feliz y hacer felices a los demás. Dentro del extenso folclore berciano hay una gran cantidad de canciones míticas: A Ponferrada me voy, Desde El Bierzo a la Gloria o Si vas a Cacabelos. Su canción Nostalgia es ya un clásico del buen repertorio que todo berciano conoce. Relata Alberto que Nostalgia nació tras una noche de bodegas, de vino en vino, en Villafranca del Bierzo. En una hermosa noche estrellada, se sentó en la ventana. Su abuelo había muerto hacía poco. Rememoró las empedradas calles de Molinaseca. Y la estampa de su buen amigo Toñín que, jugando al escondite, se metió en un tino de orujo, falleciendo por los vapores. Nostalgia del pasado: “Voy recordando aquellas calles que siendo niño yo recorrí...”. “Un día me fui de Molinaseca...”. “Y ahora que estoy rodeado de amigos, levanto mi copa y brindo por ti”. ¡Bravo!

Enfilamos con el cuerpo animoso la larga avenida de F. Iribarne. Una visita a la diosa Kannon, tan lejana y tan cercana al espíritu del Camino, se llame Santiago, Prisciliano o sea una diosa budista tallada en un árbol vivo. El Camino continúa hasta Campo. Podríamos optar por seguir por la derecha, hasta la cercana parada de la línea 3 del SMT. Merece la pena continuar, lo juro.

En el Camino se vive, se disfruta y se muere, bien lo sabemos por Heinrich Krause. En 2005 Joseph Carty, un peregrino irlandés de 78 años, murió en una curva del camino, a los pies del arroyo de Valdegarcía, a las puertas de Campo y sus casonas barrocas. No es mal sitio para morir, con las lomas tejidas de viñas y cerezos y el repique de campanas de la iglesia de Santa María. Una cruz lo recuerda (hay una web que repasa los obituarios de los peregrinos: http://amawalker.blogspot.com/2016/12/memorials-to-pilgrims-who-died-on-camino.html).

La fuente de Campo es un notable ejemplo de fuente romana. Las lajas de pizarra que conforman la bóveda y, sobre todo, el aljibe transmiten al lugar una paz singular. ¿Cuántas personas habrán calmado su sed a lo largo de estos dos mil años? 20 siglos después su agua no es apta para el consumo. A buen seguro, algún peregrino se haya saltado la advertencia, atacado por la sed en los calurosos días de verano.

Tiene varias casonas Campo. La de los Luna, en la calle Real, muestra en su fachada un magnífico escudo, tan bien conservado que pareciera que lo colocaron el año pasado, cuando lleva ahí 3 siglos. Tras la casona de La Bóveda, aparece en la esquina la Escuela Ropero que Manuel González y Yebra Pimentel mandó construir para los niños pobres en 1776. La plaza Mayor se cierra en su lado este con la ermita del Santo Cristo. Y si tienes hambre y sed de mencía o godello, en el Mesón San Isidro te puedas comer sus patatas bravas, y buenos chuletones. Tascón dixit, el de la radio, se deshace en elogios, algo sabrá cuando lleva yendo 30 años a esta singular bodega. Además, el último bus de la SMT sale a las 21:45, así que no hay excusas. Y una de chichos.

¿Te has sentido peregrino en tu propia casa?

Sube al TD y ¡Ultreia!

17 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page