El Pajariel no deja de sorprender. Por mucho que lo recorras siempre encontrarás un camino, un cortafuegos, un giro a la derecha que te mostrará nuevas perspectivas y misterios. Sí, misterios. Meses atrás, subiendo por la senda La Puta Parió (perdonen el lenguaje pero el exabrupto se queda corto) me topé con un desvío a la derecha que ofrecía mayor desnivel para el que quisiera echarle pulmones y gemelos. Era la Senda del Coche Pirata: con un nombre tan evocador es difícil no querer averiguar más. Hasta habían colocado un pequeño coche en una rama de un roble que alguien ha hecho suyo. Me lo apunté en la lista de tareas.
A mediados de febrero de 2022 decidí resolver el entuerto y comprobar qué era eso de un coche abandonado en mitad del robledal. La subida es dura, que nadie se llame a engaño, con casi el 50% de desnivel. Al estar situada en la cara norte, el terreno estaba resbaladizo, en una mezcla de barro y terreno duro por el frío. Hasta me caí al principio, sin consecuencias. Ayudan los robles a la vera del sendero y el bastón se hace imprescindible. Hay tramos donde hay que tener cuidado ya que hay piedra lisa donde no hay casi agarre, pero por lo menos no hay ningún paso tan peligroso como en la Senda de Mateo, de la que hablaremos otro día. Son unos 550 de ascensión, donde se suben 260 metros de desnivel casi en línea recta. A los dos tercios de subida, aparece entre los robles el Coche Pirata, y te quedas alucinado. Es una chatarra y, a ojo de buen cubero, diría que es un Mini, en un modelo del siglo pasado fabricado por Rover. La pregunta ya no es quién lo ha llevado allí, sino ¡cómo ha llegado hasta allí! Reposa a 190 metros en línea recta del ancho camino que remata la antena del Pajariel. Y a 703 metros de altitud, a 100 metros de desnivel de la cima. Perdonen tanta exactitud, pero ayuda a hacerse una idea de los absurdo de su presencia. Carece de ruedas, así que descartamos que rodando. La senda es impracticable para un vehículo y, que yo sepa, la han abierto hace poco. Los robles y la vegetación no posibilitan que se hubiera deslizado desde arriba. Hasta la tarea de llevar el coche a lo alto del Pajariel no es fácil. Dudo que hubiera logrado subir las pronunciadas rampas que llevan a lo alto por sí solo. Así que tendrían que haberlo cargado en una furgón o similar. Demasiado esfuerzo ¿para qué? Una chatarra que alguien subió, se esforzó en arrastrar (¿Cómo lo pudo hacer?) y con qué objeto. Lo más factible es que hubiera caído del cielo, de un avión de carga, perdóneseme la osadía. O la opción que nos da Cristina Martínez en su relato. Si querían hacerlo desaparecer, lo tenían más fácil en cualquier de los precipicios de los que Ponferrada anda sobrado. Y no es por dar ideas, pero en la subida al Campo de las Danzas hay muchos lugares en donde hacerlo. Es una de esas cosas que, por mucho que lo pienses, no le encuentras sentido ni explicación. Si alguien tiene a sugerir una mejor idea, seré un poco más feliz.
Cristina Martínez García, en su conciso relato, sugiere una posibilidad de lo que pudo acaecer.
“Mi último recuerdo es viajando en aquel coche pequeño que tenía mi padre, con mis tres hermanos y yo apelotonados en la parte de atrás. Yo siempre me mareaba en aquellos viajes tan largos hacia la costa. En la radio sonaba una y otra vez aquella canción de Supertramp que le encantaba a mi madre. Después un fogonazo y todo desapareció.”
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