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Foto del escritorLuis García Prieto

#18. El Monte Castro

La línea 3 del SMT, la que se dirige al norte por la larga avenida de Asturias y que se trasmuta en la CL-631, tiene parada cada dos horas en San Andrés de Montejos. Nuestro destino es el Monte Castro (MC), también llamado de Columbrianos. No es tan visitado ni conocido como el del Pajariel, debido a su emplazamiento, algo alejado del centro y “amurallado” por la nacional VI y la autovía del Noroeste.

La estampa del Monte Castro descolla apenas nos bajamos del bus urbano, a un lado de la calle de la Iglesia. A su lado, el castro de San Andrés: 4 metros más alto aunque no lo parece, cosas de la perspectiva, engañosa manera de no llamar la atención.

Es San Andrés de Montejos un pueblo que ha perdido buena parte de su esencia milenaria por la cercanía al cogollo de Ponferrada. Las vías de comunicación facilitan la existencia pero tapan lo propio con una mal entendida modernidad. El ladrillo por la piedra, las ventana de aluminio, la impropia uralita y el plástico. Aún resuenan apellidos como los Arén, los Valcarce o los Buelta, que tuvieron casas de buen porte y que hoy son difíciles de distinguir. En la calle Campo del Pozo queda una casona del XVIII, la de los Arén, con su escudo, su gran portada con cruz potenzada, similar a las de Fuentesnuevas, o Villar de los Barrios. Está habitada, que eso ayuda, y no parece haber sido maltratada por los nuevos materiales y extravagantes ideas.

Ya en las afueras, un acueducto del Canal Alto del Bierzo, el agua que riega los campos de la Tierra Seca, El Bierzo Bajo siempre sediento. Tras una senda a los pies de un depósito de agua que se abre junto a un pinar, el ancho camino ya nos recibe en los dominios del MC. A partir de aquí, el dominio del de pino negral, el pinus pinaster que es la mayoritaria en el MC.

No es un camino carente de sorpresas. La primera: una flecha amarilla, y luego otra, y otra, sobre la áspera corteza de los pinos. En el 2018 subí por vez primera al MC por esta ladera norte. ¿Una flecha del Camino de Santiago en este solitario monte? No podía ser. Me informé. Era el Camino Olvidado, del que no tenía dato alguno, la feliz ignorancia. En su página web (www.elcaminoolvidado.com) estuve viendo las etapas bercianas: la número 20 y la número 21, la última de esta rama que al Jacobeo se une en Villafranca del Bierzo. La etapa 20, de Congosto a Cabañas Raras, propone un periplo algo enrevesado. Tras Congosto, la presa de Bárcena, hasta llegar hasta Cubillos del Sil por la carretera del pantano. No así en el mapa que adjuntan, que sí mete al peregrino por entre los Castros, siguiendo las flechas que todavía permanecen. Una contradicción que, a día de hoy, no han corregido. Escribí a la asociación, que el saber no ocupa lugar. Amablemente, Adolfo Diego de Miguel me escribió raudo, deshaciendo el entuerto. Al principio llevaron esta ruta a enlazar con el Camino Frances en Columbrianos, y así aparece en el mapa. Después, varios Municipios hicieron una asociación para el Camino Olvidado en la Montaña Leonesa y decidieron que el recorrido actual por Cabañas Raras era el correcto, rescatando algunos textos donde Cubillos aparecía como paso habitual de peregrinos. Según él: oír, ver y acatar. Más bonito era el trazado que haremos, en parte, al revés; pero no es RCBP un sitio para la polémica ni la opinión que no se nos pide. Así que seguimos avanzando, que el desnivel no da tregua.

Aunque el pinus pinaster es pino y señor de estos lares, con ejemplares notables, van asomando robles y algún cerezo. Y castaños, diezmados por plagas, incendios y extensiones de cereal. La vereda nos permite un claro y aparece el Castro de San Andrés, como si no tuviera importancia, chato, con las huellas todavía visibles del incendio de 2015. Aseguran en el Catálogo Arqueológico del ayuntamiento de Ponferrada (la biblia de estos temas en el municipio) que una muralla lo rodeaba por completo mucho antes de la llegada de los romanos. ¡Cuántos montes y llanos tienen notables historias que contar hasta que los bulldozer acabaran con ellos! Volviendo al Catálogo (fascinante repaso a lo que fuimos) encontramos que en derredor del MC la vida ha estado desde siempre, si se me permite la expresión. En yacimientos como el de Las Matas de Juan Feo, o en el de la Pica El Cuervo, o donde ahora se levanta la iglesia de San Esteban de Columbrianos, con su tapa de sarcófago, protegida por un vidrio; o en el ya citado castro de San Andrés.

El camino nos obliga a ir girando hacia el sur, apretar las piernas hasta que, por fin, una descomunal franja se abre ante nosotros, a 804 metros sobre el nivel del mar. Donde ahora se levantan torres de alta tensión gigantes, hace 3.000 años vivía gente protegida por un foso y seguramente por una muralla de otros belicosos humanos; aprovechando la abundante caza, los frutos y, a buen seguro, la pesca del no tan lejano río Sil. Lo alto del MC es un mirador excepcional de la ciudad, sus arrabales, del pantano, de Cobrana, del Montearenas y de todos aquellos lugares que podamos identificar. Y, cómo no, reflejo del otro gran mirador, del Pajariel, tan parecido y tan diferente, con otro ambiente, otro aire.

En el descenso no podremos quitar la vista de los Aquilianos, esa franja montañosa que encierra lugares y pueblos a los que volver siempre. En el camino ancho y bien trazado, descollan las descomunales torres eléctricas que canalizaban la energía que generaba Compostilla II, el dragón abatido de los sueños de vapor. Hay torres eléctricas que doblan cuellos, que no salen casi en las fotos, menos fotogénicas que esa torre Eiffel a las que intentan parecerse sin conseguirlo. Pero forman parte del paisaje berciano hasta que un día sean chatarra y se transmuten en una cuchara de un catálogo de una empresa sueca.

Siguiente sorpresa. Tras abandonar la carretera del pantano, la que han de recorrer los peregrinos del Camino Olvidado aguas arriba del Sil, la Senda de los Romeros, que usaban los habitantes de Bárcena para labrar las laderas y vía para llegar a Ponferrada, de ese Bárcena que todavía permanece bajo las aguas del pantano. Nos permite admirar el viaducto de la Autovía, el embalse y presa de la Fuente del Azufre, la Fraga del Sil y el batolito de Montearenas, una descomunal masa de granito que conecta con el cañón del Boeza.

Todavía resta alguna sorpresa más, como el Museo de la Energía, la primera central de carbón de la comarca, ahora un magnífico recinto para que nadie olvide de dónde venimos aunque una niebla espesa no nos deje saber el rumbo a tomar. Y es precisamente frente al Museo de la Energía donde tenemos la parada de la línea 4 y la 7 del SMT. O la Circular, 500 metros más adelante por la avenida de la Libertad. Volvemos con la sensación de haber transitado por tres mil años de historia, desde los castros inexpugnables, las aras votivas, las murallas que vieron los romanos, hasta la mágica electricidad que cambió la comarca en el siglo XX y a un país entero.

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