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#110 / ZOFRERAL DE COBRANA

  • Foto del escritor: Luis García Prieto
    Luis García Prieto
  • hace 5 días
  • 5 Min. de lectura

Bosques Sin Fronteras es una organización sin ánimo de lucro dedicada a la protección, conservación y divulgación de los árboles y bosques de España.

Con el apoyo de la asociación Bierzo Vivo y el trabajo de Luis García Prieto, ha presentado recientemente una guía interactiva en formato PDF para conocer y promocionar el Zofreral de Cobrana. Pensada especialmente para el móvil, se trata de un documento navegable, diseñado como si fuera una aplicación, que permite recorrer el bosque con información precisa en la palma de la mano. La guía incluye mapas GPS, descripciones de las rutas, datos sobre la flora y fauna, información práctica sobre cómo llegar, dónde comer y dormir, y enlaces directos a recursos adicionales.


Está disponible para descarga gratuita en la web:

 


 



También está disponible en esta web:


 

COBRANA

En las estribaciones de Peña Viciosa, a 730 metros sobre el nivel del mar, el pueblo de Cobrana se aferra a la ladera como quien guarda un secreto. Ese secreto tiene nombre: el Zofreral, 250 hectáreas de alcornoques que descienden entre los regatos Valdecielo y La Iruela. Un bosque de cortezas rugosas y gruesas, de árboles que pueden vivir siglos, de hojas perennes que nunca se rinden al invierno.

Este encantador pueblo conoció días de esplendor. En el siglo XVII, el vizconde de Quintanilla de Flórez estableció aquí su residencia y la aldea alcanzó el rango de villa. Quedan en pie los restos de su palacio, una balconada hermosa asomada al vacío del tiempo. También persisten la iglesia de Santa María Magdalena, con sus retablos barrocos, y la ermita del Santo Cristo, levantada en el siglo XVI por cofrades que buscaban un lugar de culto y descanso para los peregrinos. De aquella época quedan documentos de compraventas de tierras, nombres de hidalgos dedicados a la labranza, artesanos, jornaleros. La historia de un pueblo que fue más de lo que hoy parece.

Cobrana también forma parte del Camino Olvidado, itinerario jacobeo de los siglos IX al XII que comienza en Bilbao y llega a Villafranca del Bierzo. Un camino de gran belleza que tiene aquí una de sus etapas más hermosas. Y está la Ruta de la Conquista, que comienza en Labaniego y culmina en el Santuario de Nuestra Señora de la Peña, desde donde se contemplan vistas magníficas de Congosto.

 

QUERCUS SUBER

El alcornoque, Quercus suber, es uno de los árboles más singulares del Bierzo. Su corteza, el corcho, está formada por capas de células muertas y huecas que actúan como escudo natural contra el fuego. Cada año genera una nueva capa desde el líber hacia fuera. La saca del corcho se hace en verano, cuando la savia facilita separar la corteza sin dañar el árbol. El primer corcho, el bornizo, se obtiene a los treinta años y es de baja calidad. El segundero se extrae nueve años después. El corcho de reproducción, cada nueve o doce años, es el mejor y se destina a tapones de vino.

 

EL ZOFRERAL

Pero es el bosque, no el pasado, lo que hoy convoca las miradas. El Zofreral despliega su riqueza en varios sectores: El Escobal, las Lleras, el Moucho, los Tesos. Cada uno tiene su carácter. Los Tesos destacan por su limpieza y amplitud, el alcornocal mejor conservado del recorrido. El Moucho asciende entre madroños y ofrece vistas hacia Bembibre y los Montes Aquilianos. En el Zofreral de Arriba aguardan los ejemplares más majestuosos, árboles que han visto pasar generaciones enteras.

 

DOS OPCIONES

Hay dos rutas para recorrer este universo vegetal. La amarilla, de tres kilómetros, es asequible para niños y caminantes ocasionales. La azul, de casi diez kilómetros, exige más: cuatro o cinco horas de marcha, un desnivel de 343 metros, pero también una inmersión completa en la diversidad del bosque. Ambas parten desde Cobrana, junto a la ermita del Cristo. Un recorrido de castaños, alcornoques, matorrales de jaras y brezos, digitales y madroños.

 

EL CAPITÁN

En el corazón del Escobal se alza El Capitán, un Quercus suber de unos doscientos cincuenta años. Su tronco conserva una herida antigua, cicatriz de las sacas de corcho que alguna vez lo despojaron de su corteza. Pero esa marca no lo debilita. Bajo su copa la luz se filtra con respeto, como si el bosque reconociera su autoridad. Los vecinos lo llaman así por su porte sereno, por su dignidad de líder natural. Sus ramas acogen aves, insectos, pequeños mamíferos. Sus raíces se hunden profundas en la tierra berciana.

 

LA ASOCIACIÓN

El bosque no estaría vivo sin quienes lo cuidan. En 2008, después de impedir la instalación de una central de ciclo combinado de ochocientos megavatios, un grupo de vecinos fundó la Asociación El Zofreral. Entre ellos destacó Tomás Fernández, cuya visión marcó el rumbo del proyecto. Junto a César Valcárcel, José Manuel Gundín, Amparo Valtuille, Juan Manuel Camacho y Fabián Thiery, comenzaron a limpiar, señalizar, diseñar rutas botánicas. Organizaron recitales bajo la sombra de los alcornoques, uniendo naturaleza y arte. Crearon la Senda Encantada, una experiencia teatral basada en leyendas gallego-leonesas que atrajo a familias enteras. Tomás murió en 2021, dejando un vacío difícil de llenar. Pero el bosque sigue adelante.

 

BOSQUE DEL AÑO 2025

En 2025, el Zofreral de Cobrana fue reconocido como Bosque del Año por la ONG Bosques Sin Fronteras, tras recibir más de siete mil votos. Ese mismo año se inauguró la Senda de los Bosques del Año, una ruta ciclista que une este alcornocal con el Soto de Villar, en Villar de los Barrios, otro bosque distinguido. El hermanamiento entre ambos espacios se celebra cada agosto durante el Festival Villar de los Mundos.

 

PRESENTE Y FUTURO

Este paisaje alberga vida en cada rincón. Corzos, jabalíes, mirlos, búhos, urracas. Y, si se mira con atención, no será difícil encontrar la huella del lobo. Entre los matorrales crecen jaras que perfuman los caminos en primavera, lavandas que atraen abejas y mariposas, brezos que tiñen de rosa las laderas. El rosal silvestre y el espino albar alimentan a la fauna local. No faltan la retama, la escoba, el torvisco y el rusco. Todo forma un entramado delicado, un equilibrio que se sostiene solo.

El bosque es memoria, identidad, futuro. Un lugar donde la naturaleza se renueva y cada etapa guarda huella del uso humano y de la vida que lo habita. Un espacio que enseña que los árboles no son solo árboles: son centinelas del tiempo, testigos silenciosos, seres que nos recuerdan que la paciencia y el cuidado pueden devolverle al mundo su equilibrio perdido.



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