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#106 / VESTIGIOS DE ROMA EN EL PAJARIEL

  • Foto del escritor: Luis García Prieto
    Luis García Prieto
  • 25 sept
  • 3 Min. de lectura

El Camino de Invierno comienza en Ponferrada, aunque a algunos de nuestros primos gallegos —con esa elegancia suya de mover la silla sin hacer ruido— les gustaría apropiarse discretamente de la primera etapa. Pero no hablamos del Camino a Santiago, sino de uno A Santiago —la mayúscula no es error—, como lo son el Primitivo o el Olvidado.

Este trazado es una alternativa histórica para llegar a Compostela, especialmente usada por los peregrinos en época invernal para evitar las nieves del Cebreiro. Parte de Ponferrada, bordea el monte Pajariel y atraviesa localidades como Toral de Merayo, Villavieja y Borrenes, antes de adentrarse en Las Médulas y salir de la comarca por el puente de Domingo Flórez, siguiendo el curso del Sil. Son 210 kilómetros que cruzan El Bierzo y las cuatro provincias gallegas, transitados desde tiempos romanos hasta las tropas napoleónicas.

Un cartel humilde y castigado —que la última vez que lo vi parecía haber perdido una pelea barrio bajera con algún desaprensivo— recuerda su existencia. Tras dejar atrás el barrio del Puente Boeza, se pisa ya tierra firme, bordeando el Pajariel por una pista ancha y de tránsito amable. Tras la primera rampa, comienza un juego de subidas y bajadas entre viñas, almendros y castaños. Y entonces aparece la sorpresa: la trinchera, conocida como El Callejón, una hendidura en la ladera que parece pedir silencio antes de cruzarla.

Algunos la llaman túnel natural —en Google Maps alguien la etiquetó de esta manera—, pero no lo es: no perfora roca alguna ni está cubierta. Y, sin embargo, impresiona. Quien la atraviesa por primera vez experimenta un extraño asombro. Hay algo fuera del tiempo en este paso excavado, con su penumbra natural incluso en los días más luminosos del verano. Robles y encinas crean un dosel vegetal que tamiza la luz y refresca el ambiente. Silenciosa como una herida abierta en la montaña, la trinchera se hunde más de 30 metros —el equivalente a un edificio de diez pisos— para permitir el paso hacia Toral de Merayo.

 

ROMA, OTRA VEZ

Según el ingeniero José Luis Vicente González —una figura apasionada y polémica en el estudio de las vías romanas del noroeste—, esta trinchera es una obra de origen romano. Con cinco metros de altura y más de 200 de longitud, formaría parte de la vía citada en las rutas XIX y XX del Itinerario de Antonino, entre Interamnium Flavium y Bergidum. Su anchura de 11 pies romanos (3,26 metros) permitía el paso simultáneo de dos carros, lo que da idea de su importancia logística.

Aunque otras investigaciones no han confirmado del todo esta hipótesis, es un hecho que las principales calzadas de esta región tenían como propósito abastecer el gigantesco sistema minero del Imperio en Hispania. Las rutas descritas por Antonino han sido reexaminadas en los últimos años mediante una metodología que combina cartografía antigua, mediciones romanas y sistemas de información geográfica (SIG).

Entre los descubrimientos más llamativos que V. González atribuye a su trabajo destaca un campamento legionario inédito de unas 20 hectáreas en Rabanal del Camino, desde donde se controlaba un paso estratégico de esa misma vía XIX/XX. Este hallazgo, junto a la trinchera de Toral de Merayo, refuerza la idea de que nos encontramos ante una infraestructura clave para el control y la explotación de recursos durante el Imperio.

 

CONTROVERSIAS

Sus estudios, registrados notarialmente, desafían los trazados tradicionales reconocidos por instituciones como el CSIC. Uno de sus puntos más controvertidos es la propuesta de que las vías XIX y XX no cruzaban el puerto del Manzanal, como se creía, sino que seguían un corredor distinto en sus últimas 50 millas. También sostiene que muchos errores de localización se deben a la confusión entre civitates (ciudades) y mansiones (posadas de camino) mencionadas en las fuentes romanas, que no siempre coinciden geográficamente aunque compartan nombre.

 

“Las mansiones que se denominan igual que las civitates en el Itinerario de Antonino no están donde hoy están esas ciudades. Se hallan en yacimientos próximos, casi siempre en cruces de caminos importantes”, resume.

 

No es nuestro papel decidir si su hipótesis será aceptada o discutida por la comunidad investigadora. Puede que sus ideas resulten controvertidas, pero si algo merece El Callejón es volver al mapa del saber.

Caminar por esos 200 metros, entre paredes de guijarros, frescor de sotobosque y penumbra inexplicable, no es solo un paseo. Es un descenso breve pero intenso por los estratos de la historia. Un gesto antiguo que aún resuena bajo las botas. Un lugar olvidado, sí. Pero esencial, para entender el paso de la Historia por estas tierras.


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