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#94 DÍA DE SAN GENADIO

  • Foto del escritor: Luis García Prieto
    Luis García Prieto
  • hace 11 minutos
  • 4 Min. de lectura

Su festividad se celebraba el 25 de mayo, pero fue eliminada del calendario litúrgico en 1969 porque no fue canonizado oficialmente. Aun así, sigue apareciendo como santo en el Martirologio Romano, y su culto solo se permite a nivel local. Así que celebremos en el Bierzo el 25 de mayo como día de este personaje singular.

No se conoce muy bien su año y lugar de nacimiento, aunque con toda seguridad ocurrió en el Bierzo. Genadio vivió una vida larga y llena de significado. A lo largo de sus días, fue testigo de los reinados de Alfonso III, García I, Alfonso IV y Ramiro II, épocas de agitación y transformación que marcaron el devenir del reino.

Sus primeros pasos como monje los dio en el monasterio de Ageo, en lo que hoy conocemos como Ayoó de Vidriales, en Zamora. Fue allí donde empezó a gestarse su vocación de restaurador espiritual. En la última década del siglo IX, sintió el llamado de las montañas y partió hacia el Bierzo con doce compañeros del monasterio zamorano. Entre ellos se encontraban Fortis y Salomón, quienes con el tiempo lo sucederían en la sede episcopal de Astorga, ciudad que para Sánchez Dragó es la más antigua de España: “Habidis fue un monarca sabio, prudente, generoso y grande. Dio leyes al pueblo bárbaro, unció los bueyes a la reja y fundó la ciudad santa de Astorga, acaso el más antiguo enclave urbano de los que subsisten en la Península.”

 

En el año 892, cruzaron las montañas hasta llegar al valle del Silencio. Apenas tres años más tarde, en 895, el monasterio de San Pedro de Montes ya había sido restaurado y la vida comunitaria, restablecida, tras el paso 181 años antes de las razias musulmanas por el Bierzo, destruyendo muchos de los monasterios, entre ellos el monasterio berciano. Genadio fue nombrado abad, y pronto recibió el respaldo del obispo Ranulfo. Se le otorgaron generosos privilegios: un extenso coto alrededor del monasterio, libros litúrgicos y ornamentos para el culto.

 

Fue en 909 cuando la figura de Genadio cobró un nuevo giro. El rey Alfonso III visitó el monasterio y, a base de insistencia —dicen que con ruegos y presiones—, logró que el abad aceptara ocupar la sede episcopal de Astorga. En la ciudad reinaba el caos: la rebelión de Vermudo el Ciego y su gobierno tiránico habían asfixiado la vida religiosa. Genadio aceptó a regañadientes, arrastrado —según sus propias palabras— al pontificado. Su presencia en la corte quedó reflejada en diversos documentos reales, y como símbolo de aquel momento se conserva la célebre "Arqueta de San Genadio", un tesoro del arte suntuario.

 

Tres años más tarde, en 913, Genadio estuvo presente en la consagración de San Miguel de Escalada, tal como lo registra una lápida conmemorativa.

 

Pero su espíritu, profundamente monástico, no encontró paz en el poder. En 919 —o quizás en 920—, tomó una decisión inesperada: renunció al obispado. Así lo narra su discípulo e hijo espiritual, Salomón. Rechazó las súplicas del rey Ordoño II para que permaneciera en el cargo, y propuso como sucesor a su compañero y antiguo abad de Ageo, Fortis. Entonces volvió al Bierzo, a su amado valle del Silencio, donde se retiró como anacoreta a una zona escarpada. Allí aún se conserva la "cueva de San Genadio", refugio de su contemplación, donde una modesta talla de madera recuerda su estancia.

 

Durante su vida, San Genadio dejó una huella profunda en el resurgir monástico del noroeste peninsular. Fundó o restauró numerosos monasterios: San Pedro de Montes, Santiago de Peñalba, San Andrés de Montes, Santa Lucía de Castañeda, San Pedro Castañero, Compludo, San Martín de Castañeda y San Alejandro, entre otros. También levantó ermitas y oratorios, como los de Santo Tomás, la Cruz, San Martín y San Cipriano. Fundó villas, repobló sus tierras y organizó granjas que daban sustento a la vida religiosa y agrícola.

 

Uno de sus legados más fascinantes fue su biblioteca. A su muerte, dejó sus libros para que circularan entre los monasterios de la región conocida como la Tebaida Berciana. Así, cada comunidad podía acceder, por turnos, al conocimiento que Genadio tanto valoraba. Puede decirse, sin exagerar, que creó la primera biblioteca ambulante de la historia hispánica. Por si fuera poco, tuvo un papel importante con el ajedrez. San Rosendo de Celanova, escribe: «San Genadio es el primer santo cristiano relacionado con el ajedrez. La tradición popular desde hace muchos siglos —según Augusto Quintana— es que se conocía que el empleo de las piezas era para jugar al ajedrez, juego que el santo recomendaba a sus monjes como ayuda a la concentración y vehículo de aproximación a Dios, y cita al respecto a Benjamín Martínez».

 

Genadio murió en paz en el 936, y fue enterrado en Peñalba de Santiago, en el lugar por el que tanto se desvivió. Sin embargo, su descanso se vio interrumpido siglos después, cuando en 1603, la duquesa de Alba María de Toledo, viuda de Fadrique Álvarez de Toledo, trasladó sus restos, primero a Villafranca y luego al monasterio de la Laura, en Valladolid. Este hecho, con tintes tragicómicos, no empaña la figura y el recuerdo de este hombre que en Ponferrada recuerdan con una calle, que conecta la calle Nicolás de Brujas con la concurrida Ancha. Trazando una línea recta, esta calle llegaría a Compludo, lugar donde todo la Tebaida Berciana tomó forma, a resultas de su admirado Fructuoso. Un guiño inesperado.




 
 
 

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