El cultivo del olivo en la comarca de El Bierzo representa una tradición que se remonta a la época prerromana, con el Castro Ventosa como testigo silencioso de su evolución histórica. Este asentamiento, ubicado estratégicamente sobre un cerro que domina la hoya berciana, fue uno de los núcleos más importantes de la cultura astur y posteriormente romana en la región. El microclima particular de El Bierzo, caracterizado por inviernos suaves y veranos moderados, permitió que el olivo prosperara en estas latitudes.
No resulta raro encontrar olivos en este singular paraje, situado entre los dos Valtuille (de Abajo y de Arriba). Algunos estudiosos han querido ver en este topónimo una procedencia de la voz francesa Val d'huille, o Valle del Aceite, por su desaparecido esplendor como tierra de olivos.
Dice una leyenda que los Reyes Católicos obligaron a arrancar los olivares que crecían al amparo del río Sil, desde El Bierzo hasta el Atlántico, para beneficiar a los olivares del sur. El Padre Sarmiento (en el siglo XVIII) primero, y luego Madoz, documentan los olivos en Campañana, en Valdeorras y en Quiroga. Existen muchas otras teorías acerca de su paulatina desaparición. Es de suponer que fue un poco de esto y un poco de aquello.
En la actualidad, se está viviendo un renacimiento del cultivo del olivo en El Bierzo. Los encontramos en el pueblo de Campo, en las laderas que separan San Esteban de Valdueza de San Lorenzo, y en Columbrianos, a la sombra del Montecastro. Todas estas poblaciones, dentro del ayuntamiento de Ponferrada.
En Villafranca del Bierzo también encontramos olivos. Y en estas laderas que miran a Pieros, el pueblo de apenas 35 habitantes, conocido desde el siglo XI, como Sanctum Martinum. En la mitología griega existía Pierus, el padre de las Piérides.
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