¿Iglesia de Peñalba? Sí, la tengo. ¿Herrería de Compludo? Esa también. ¿Monasterio de San Pedro de Montes? Apúntamelo. Ahorro la lista completa, gozosamente amplia, de los parajes a visitar en este municipio ponferradino. ¿Y qué me dices del Pajariel? Un silencio se adueña de la conversación. ¿El Pajariel? No digo yo que el turista vaya a perder una tarde y se adentre en este bosque domesticado, pero no está de más que se le tenga en cuenta como uno de los lugares más atractivos del solar ponferradino. Conozco gente (lo juro poniendo la mano sobre el Gárgoris) que no ha subido a su cima, y mira que hay maneras, ahora que cualquier coche un poco alto puede enfrentarse a la pendiente sin perder caballos en el empeño. O que alquilan bicis eléctricas que remedien el ¡ay, qué cuesta!
Pajariel no proviene de pájaro, como podríamos deducir. Según Francisco A. Ferrero (citando a otros estudiosos) indica que derivaría del genitivo Passarelli que pierde la “e” final y diptonga en “ie”, quedando el término Passariel (Monte del Pasadizo), que aludiría a un estrecho paso entre el monte y el río Sil por donde se trazaría un puente o pasarela, con el objeto de unir Ponferrada con Toral de Merayo. Al castellanizarse el término anterior, la “ss” sorda se sustituyó por Pajariel. Damos por buena la explicación de Ferrero, que no tenemos otra de momento, y no es un término que aparezca en otro lugar de la comarca. Se aceptan propuestas.
Lo he recorrido en un frío diciembre navideño, lloviendo hielo; en agosto, saltando de sombra a sombra, de encina en encina, bajo un sol de injusticia; en la tibieza de la primavera; o soportando una tormenta de verano que me caló entero. Caminando por sus kilómetros de sendas, caminos y cortafuegos uno puede creer estar en Suiza, por los altos pinos en las laderas que lindan con el Cerro de la Peñona.
Y son muchas las sorpresas de este monte repoblado de Pinus Pinaster, Radiata y Silvestris. No les tengo manía a los amigos pinos, que se distribuyen en cantones y sujetan el terreno, pero da gusto ver cómo los castaños regresan no solo en la ladera norte, los más visibles desde la ciudad. En el interior se aferran a los regatos invisibles que marcan los hilos de agua, en las vallinas que miran a Otero, a Los Barrios. Y los cerezos, tan bonitos y tan jugosos, aunque salvajes, de frutos pequeños. Y las viñas, sobre todo en los dominios de San Lorenzo. Quedan también eucaliptos, los árboles con peor fama de esta porción del mundo. No son malos, solo que no deberían haber abandonado Australia.
Que tenemos hasta un Coche Pirata (Ver el blog #26) con misterio irresuelto, que para eso es un misterio.
Hay que aprovechar que 3 líneas del bus urbano nos acercan: no llegan al mirador, que eso sería ya excesivo para el pequeño Isuzu, pero la línea 5, la que arriba a San Lorenzo, nos quita unos metros de desnivel. Que 3 pueblos se acomodan en sus laderas. Y 3 ríos lo rodean llevándose parte de su cuerpo. Tres.
Este zaguán de los Aquilianos es un mirador extraordinario a los cuatro vientos. A sus 817 metros de altitud la mirada se pierde, y se hace buena la frase dedicada a la comarca del padre Flórez, afirmando que “no puede entrarse si no es bajando, ni puede salirse si no es subiendo”.
Y que al descender te encuentres con la iglesia románica más antigua de El Bierzo, pues qué buen colofón. Iglesia de Otero desde la que parte el Vía Crucis más singular en cientos de kilómetros a la redonda, con cruces que marcan los 141 metros de desnivel que los procesionantes tienen que aguantar en los gemelos.
La ruta 3 RCBP te propone ir a San Lorenzo y, desde allí, comenzar el ascenso. Te quitas unos metros de desnivel y de paso le echas un vistazo a las dos casonas del pueblo, con sus escudos, y un palomar estupendo en la plaza Mayor.
Por mucho que se haya visitado, los más de 32 km de sendas y caminos del Pajariel nunca defraudan. Te puedes cruzar con corzos, zorros, vislumbrar jabalíes, advertir el paso de lobos, y con un oso, como aquel que en 2022 huyó por el Pajariel luego de bajar a ver las luces de la ciudad en la madrugada y guiñarle el ojo a los taxistas. Por no hablar de las cabras, que debieron de buscar la libertad desde algún pueblo no lejano, y ahora se dejan ver (si prestas atención) encaramadas en los peñascales de la ladera norte.
Puedes descargarte el póster que desde RCBP hemos realizado (en jpg y en pdf), en nuestra séptima BLOGRAFÍA.
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