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Foto del escritorLuis García Prieto

#72 Los cerezos no suben el Manzanal

Mires donde mires, banderas blancas se levantan en todas direcciones, como heraldos de la primavera que ya pide paso; pese a un invierno que parece no saber que ya está acabado, que debe retirarse a sus cuarteles a lamerse las heridas. El verde de los campos sirven de contrapunto a esos cerezos, con sus albas flores que rivalizan con esas cumbres pintadas de blanco. Asombra ver las miríadas de ellos repartidos por el municipio, por la comarca, hasta donde conozco y contemplo. Y no hablo de esos cerezos que, como soldados, forman ordenados en los valles de Rimor o de Corullón, con sus troncos casi negros, aplacados por la mano humana que no quiere que gasten energías en descollar. Hablo de esos cerezos que, como soldados de fortuna, abren territorios en laderas y llanos, en cualquier parcela adonde llegan por obra del viento o los pájaros. Como esto es RCBP, hablo del Pajariel, de su ladera que observa la ciudad. Dan la nota de color en un lienzo casi siempre verde. De color, sí, que el blanco se considera la mezcla de todos los colores. Crecen al amparo de los pinos, de los castaños, o en rivalidad con ellos, liberados del yugo de la marca de garantía. No darán esas espléndidas cerezas, que arrebatan la boca con el jugo en la lengua. El suyo es más modesto, pequeñas perlas para uso y disfrute de los parroquianos del bosque. Imagino, elucubro, que de seguir esto así, el cerezo se alzará como el árbol más notable de la comarca, en rivalidad con el castaño, quién sabe si con el eucalipto. Y que un día, en una primavera no lejana, todo será un arrebato de flores blancas, tan efímeras como el que las contempla. Así que no lo dejes pasar, no te demores, que la magia de la flor del cerezo ya está en sus ramas. Prepárate para caminar por este espléndido paraje del municipio de Ponferrada. Hasta bien entrado abril, la Vega de Rimor nos deleita con esta mágica floración. Rimor y sus más de mil cerezos, un eslogan que nos gusta. Sintamos la sakura, la celebración de la efímera vida de la que los japoneses han hecho rito y devoción.

El blanco de las flores refulgiendo sobre el verde de la hierba supone un chute de Prozac visual, una tonelada de buen ánimo, la plácida sensación de que la vida continúa pese a nosotros y nuestro empeño por meterle el dedo en el ojo a la madre Naturaleza. En el Torullón tal vez pervivan las flores de los almendros, familia bien avenida de la Rosaceae, como los cerezos, melocotoneros o el ciruelo, los prunus de toda la vida, con el hueso en su centro, una analogía con el planeta. Recemos al dios que nos conmueva para que este año las heladas respeten esta joya que en junio ya podremos disfrutar.

 

Y a la Virgen de la Encina le cantaré una coplica / Y después de haber cantado a la Patrona del Bierzo / le voy a pedir que no hiele, que se estropean los cerezos.

 

¿CÓMO IR? 

Lo tienes tan fácil que la excusa ofende. Es la línea 2 del SMT la que nos acerca a Toral de Merayo. O los fines de semana, cuando coge el testigo la línea 1. Si lo deseamos, el Transporte a la Demanda también nos lleva los miércoles y viernes por la módica cantidad de nada, con la debida presentación de la tarjeta o un moderno QR que salga de nuestro móvil.

Luego, si nos animamos, podemos subir hasta el coqueto Orbanajo. Y seguir a Ozuela, con sus chimeneas de pizarra y su virgen de la Encina, un pueblo tranquilo ahora que el malvado monje Hapze ya no recorre sus dominios. Para bajar por las Viñas de Vales y cerrar el círculo de la cereza.

 

Todo viene explicado, paso a paso, en la ruta 11 RCBP Vega de Rimor y Ozuela.


¡Sube al bus y camina!

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