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Foto del escritorLuis García Prieto

#63 Escudos: chulería en piedra.

Broches sobre la fachada, camafeos pomposos, rótulos en piedra, esos son los blasones, los escudos. En una época donde las diferencias entre ricos y pobres eran mucho más notorias, colocar un escudo era un alarde podríamos pensar que excesivo. Como si no fuera ya intimidante el portalón de arco de medio punto con sus impostas, y el volumen de la casona haciendo sombra a las casuchas de los que trabajaban la viña y recogían los pimientos.

Llegas a Villar de los Barrios y ¡zas! te quedas mirando a cualquiera de ellos, como el de los Valcarce, con su tono rojizo resaltando sobre el peculiar enfoscado amarillo y marrón de la fachada. Te bajas del Transporte a la Demanda en Lombillo de los Barrios y el escudo de la casona de los Vázquez te saluda desde las alturas, aunque los lobos encadenados no se giren ni a mirarte.

Obra de artesanos, artistas sin nombre, desconozco si llevan alguna marca de cantero, algún anagrama delator. No debían de ser baratos, solo al alcance de aquellos potentados de Los Barrios, de Campo, de San Esteban, de Ponferrada, enriquecidos gracias al vino y a la huerta, antes de que la filoxera les diera el bofetón del siglo. Han aguantado 300 años a sol y sombra, a lluvia y frío, a las piedras que algún chaval le tiraría por una apuesta, o para afinar la puntería y fardar junta a una moza de la escopeta del padre. Suelen faltar penachos, nada raro siendo el paso del tiempo el más pertinaz mazo de cantero.

Una tarde en Villar de Los Barrios con amigos, yo hacía de osado guía, repasando las casonas y sus historias. Una señora se me acercó. ¿Tú eres historiador?, como parece que sabes tanto. No soy historiador, solo me gusta saber, esa sana curiosidad por la que no dan títulos. Pues que sepas que aquí en Villar hubo siempre mucho dinero y mucho noble. Siento decirle señora que aquí no hubo nobleza, ni condes, ni barones ni nada de eso, en Villafranca sí. No no, aquí hubo nobleza, si lo sabré yo.

La señora se despidió algo molesta: ya no le parecía yo tan listo.

De las más de 50 casonas, casas solariegas y un palacio (en singular: el de los Macía de la calle Los Jardines) del municipio de Ponferrada, elegimos estos seis para la ilustración de este Blográfico, sabiendo que no todos ellos cuentan con uno. El de los Ponce descansa de las miradas en su interior al ser de madera policromada, el único que existe por estos lares. Y en la hermosa casa de los Ramos y Carujo, una piedra prismática quedó preparada para recibir su escudo, aunque por razones que se me escapan (barrunto que el presupuesto) no llegó a colocarse. Hubiera sido un remate ideal al conjunto de una casa que, lo confieso, es de mis preferidas, con ese balcón a la plaza del Herrador, afilando la mirada de la curiosidad, rebajada por los geranios que en verano lo engalanan. Y qué decir del de los Capelo, el más chulo de los escudos, aquel bravucón Capelo que ya cría malvas en algún camposanto, a saber si por hablar más de la cuenta y encontrarse con la horma de su zapato: YO SOI CAPELO QVE A 3 ACOMETO, A 4 NO HVIO I A 5 NO E MIEDO.

El de la casona de los Luna, en Campo, parece haber sido colocado el año pasado. Con las volutas exquisitamente labradas, y un penacho de 11 plumas con una mordida, nada que desequilibre el conjunto. Y la casona de los Fierro, en la calle Real de San Esteban de Valdueza, donde lo más notable es su escudo, en muy buen estado de conservación, colocado en una fachada sobria, contenida en piedra y madera.

Desde la distancia no parecen tan grandes, pero alguno mide uno ochenta de altura y un peso más que considerable. En el instituto Gil y Carrasco podemos ver uno de tú a tú, el único que está de pie en el suelo, y hasta tocarlo aunque no se deba, es una manera de hablar.








Puedes descargarte el póster que, desde RCBP, hemos realizado en nuestra tercera BLOGRAFÍA, tanto en JPG como en PDF.

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