La violación es una forma de agresión sexual, ejercida en la inmensa mayoría de los casos contra la mujer. Esta inhumana manera de ultraje se ha reflejado, profusamente, en la literatura. Los ejemplos son muchos y notorios, lo que da cuenta de la importancia que los autores (masculinos en su mayoría) le han dado al hecho y a la consecuencia social que acarrea. Lope de Vega, en Fuenteovejuna, relata los abusos de un comendador sobre todo un pueblo, con el secuestro durante su propia boda y posterior violación de Laurencia, la hija del alcalde. El alcalde de Zalamea tiene como eje central la violación de una mujer, que deriva en venganza. La violación de Lucrecia es un poema narrativo de William Shakespeare, basado en la leyenda del origen de Roma, las luchas por el poder y el papel de la mujer en la época. O, por citar a uno de los más antiguos, la triste historia de las hijas del Cid Campeador, doña Elvira y doña Sol, en el Cantar del Mío Cid. El terrible suceso está descrito en el episodio de la Afrenta de Corpes. Se dice que las hermanas fueron mancilladas, una manera anticuada de decir que fueron violadas.
No debemos irnos mucho más lejos para encontrar un relato que no difiere, en lo principal, de estos relatos y autores con más renombre. Ocurrió en 1588, en el desaparecido poblado de Santullano, junto a la Granja del mismo nombre. Violación en Valdueza en 1588, de Francisco González González, con un título que no da rodeo alguno en su planteamiento. El hoy casi inencontrable librito -salvo por algún un ejemplar depositado en la Biblioteca Pública de Ponferrada, esperando una reedición- narra, de manera magistral, el suceso de Santullano. Un malnacido, el hidalgo Diego Yebra Pimentel; una joven víctima, Madalena Ares, hija de Juan Ares, un combativo padre. Y una cooperadora necesaria, Juana Buisana que, por cuatro reales, dejó abierta la puerta de la infeliz. Pero mejor dejemos que sea Francisco González González el que lo cuente en su espléndido relato, que ya puedes descargar en el enlace.
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